lunes, 15 de marzo de 2010


Una de las características fundamentales de todo lenguaje icónico es su grado de isomorfismo (similitud de forma) en relación a las características de los referentes, dicho grado varía a lo largo de una amplia escala:

"Una gama continua de formas va de los medios menos isomórficos a

Los que lo son más; incluye elementos intermedios como los sonidos

Onomatopéyicos del lenguaje, los ideogramas, las alegorías y otros

Símbolos convencionales."

Es ese grado de isomorfismo el que explica, en principio, la mayor universalidad de los lenguajes icónicos respecto al lenguaje hablado, mucho más arbitrario y por consiguiente más sujeto a convenciones. Aunque en este trabajo defenderemos que la cuestión del parecido o similitud está también sujeta a convenciones y que, por lo tanto, la iconicidad, como nos lo advierte Joan Costa, es en buena medida resultado de la subjetividad y la personalidad creativa de quienes manejan las técnicas de producción icónica y de cómo las usan, lo que nos parece fuera de toda duda es que existe una relación objetivable, mensurable, entre determinados tipos de imágenes y sus referentes:

“Una fotografía en color es más icónica que una fotografía en blanco y

Negro; un retrato es más icónico que una caricatura … Un mapa o el plano de una ciudad son menos icónicos que una fotografía aérea; un esquema, un diagrama o un organigrama apenas son icónicos de aquello que representan; una fórmula química o matemática o una página escrita son todavía menos icónicos, menos semejantes a lo que representan –grado cero de iconicidad”

Así, una escala de iconicidad mide el grado de isomorfismo que una imagen guarda con su referente.

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